El reto de BBDO era introducir a Starbucks en el top of mind de los consumidores rusos, que no están enamorados de la marca como en otros países, y para hacerlo se enfocó en uno de los elementos de identidad más poderosos de la marca: el empaque.
Con un presupuesto limitado, la agencia creó postales que se convierten en las tradicionales mangas de Starbucks, se ofrecieron a clientes que llevaban un vaso de café de otra cadena para “disfrazar” sus vasos con el icónico logo y se utilizó elclaim “Todo café debería ser un Starbucks”.