Transcrito directamente de Profeco:
En muchas ocasiones, algunos productos se convierten en los favoritos de los niños debido a las grandes campañas de publicidad cada vez más eficaces y sofisticadas. Sin duda, muchos anuncios que promocionan alimentos demasiado azucarados o nada nutritivos han contribuido a incrementar la obesidad infantil en el país.
Los cereales publicitados para el público infantil contienen grandes cantidades de azúcar, sodio y menos fibra de lo esperado; se promocionan de una manera saludable de iniciar el día y sus empaques refieren dudosas afirmaciones sobre los beneficios que proporcionan a la salud. En 2008, las compañías productoras de cereales en Estados Unidos gastaron 156 millones de dólares en publicidad, la mayor inversión destinada a alimentos empaquetados.
Pongamos de ejemplo al famosísimo Tigre Toño. En sus primeras versiones, destacaba sobre un fondo blanco un tigre con cara aniñada y adornado con un pañuelo vaquero. El siguiente gran paso fue dar al empaque un llamativo color azul, asociado con los niños varones y la masculinidad. Él mismo aparecía comiendo cereal, lo cual resulta un acto fantástico, pues los tigres son carnívoros. El gran salto ocurrió entre 1970 y 1980 cuando el tigre se rediseñó y comenzó a representarse de cuerpo entero, aparece parado en dos patas, musculoso, con espalda, hombros anchos y el torso en forma de V, elementos asociados a la actual idea de la belleza masculina y al cuerpo atlético resultante del ejercicio. Así que no resulta rara, con estos antecedentes, la asociación del Tigre con el deporte y la inclusión en el empaque de tarjetas coleccionables, fotografías de deportistas o información sobre eventos de este tipo.
El colorido tucán de los Froot Loops es otro buen ejemplo del mundo fantástico: el niño encuentra rosquillas de llamativas tonalidades que brillan cuando la leche se derrama sobre ellas.
Los ejemplos anteriores nos dejan claro que la creación de cereales para niños no solo es obra de ingenieros en alimentos, sino también de diseñadores gráficos e industriales que modelan objetos comestibles en formas de panales, waffles o galletas.
Curiosamente casi todas las marcas presentan animales caricaturizados que rehúyen a lo humano y que deforman a estas criaturas hasta convertirlas en seres grotescos, lo que representa una ruptura intencional asociada con la imaginación de los niños.
El marketing digital es otro punto importante. Existen sitios como zucaritas.com.mx o chocokrispis.com.mx que se convierten en mundos de juego con mensajes como “Es momento de mostrar garra” o “Tú puedes unirte al comando Melvin y participar en la aventura que está por comenzar” que son la manifestación del cereal como escape al aburrimiento.
En la página de Zucaritas, el cereal se menciona como fuente de energía para prácticas como futbol americano, voleibol, soccer y basquetbol, y se ofrece la presentación en barra como una versión portátil. Hay música exclusiva, videos de entrenamiento y rutinas para mejorar el manejo del balón. La idea de chocokrispis es distinta: no está basada en el deporte, sino en un complicado juego de aventuras que busca reclutar consumidores leales.
Estos sitios de internet buscan comunicar que poder, placer y aventura son los elementos involucrados en la promoción de los cereales infantiles que finalmente son idénticos a los deseos que los adultos pretenden satisfacer con bebidas, autos y relojes.
Irónicamente, en todos los anuncios televisivos aparece la recomendación sanitaria insertada en la posición de un subtítulo: “Aliméntate sanamente” “Come frutas y verduras”, etc. Parece que dijeran algo así como “Haz todo lo contrario a lo que te proponemos en este anuncio”.
El papel de los padres en este mundo de mercadotecnia debe ser el de un adulto responsable que sabe qué es lo que le está dando de comer a sus hijos. Debe hacer de su pequeño un futuro consumidor con criterio. Este se establece por medio de la información, el diálogo y la explicación razonada de los fenómenos que pueden poner en riesgo su bienestar. De lo que se trata es de gestionar adecuadamente realidad, placer y fantasía y enseñar a que los menores lo hagan también.